Recuperando el Impulso Innovador: Un Nuevo Paradigma de Financiación.

En mi anterior post, La Paradoja de la Innovación: Cuando la Financiación Pública Frena el Impulso Innovador, debatía cómo la dependencia de la financiación pública puede romper todo el proceso de la innovación, enterrando la intención por innovar bajo numerosas capas de restricciones y burocracia. Y es que nos enfrentamos a un panorama en el que las empresas han perdido el push innovador, volviéndose perezosas y complacientes ya que deben aceptar lo que la administración pública (AAPP) les propone para poder acceder a los fondos. El problema es complejo porque actualmente se prima las «necesidades de la sociedad» evaluadas por la AAPP sobre el impulso, intención e intuición de las empresas. Sin embargo, ¿está en disposición la AAPP de conocer a priori en qué innovar? ¿No es un contrasentido prever la innovación? ¿Puede ser la innovación prevista, esperada o ni tan siquiera planificada? Las actuales convocatorias basadas en proyectos planificados tardan entre cinco y seis años en ser finalizados, entre que la AAPP analiza las necesidades, lanzan las convocatorias y se ejecutan. ¿Son aceptables esos tiempos? En la siguiente imagen planteo de forma muy esquemática este problema.

Es por tanto bajo mi punto de vista muy urgente buscar soluciones que permitan a las empresas superar estas barreras y recuperar su capacidad para innovar de manera proactiva y estratégica. La pregunta entonces es: ¿Cómo podemos facilitar un entorno que no solo respalde la innovación, sino que también la fomente activamente? Es esencial adoptar marcos de trabajo ágiles que permitan a las empresas responder rápidamente a los cambios tecnológicos y de mercado. Estos marcos deben facilitar una planificación y ejecución más flexible de proyectos de innovación, permitiendo ajustes en tiempo real y garantizando que los esfuerzos de innovación estén directamente alineados con las oportunidades de mercado emergentes [1]. Existen algunas convocatorias como Neotec o el EIC Accelerator que así lo intentan, con planteamientos bottom-up, pero no representan ni el 95% de toda la financiación, y en todo caso exigen presentar proyectos que la AAPP evalúa y esperar a la convocatoria, quedando la empresa paralizada por tiempos marcados desde fuera. ¿No tendría más sentido evaluar las capacidades de innovar de las empresas y dejar que los proyectos surjan de forma natural?

Estoy convencido de que este es el camino. Y este camino exige un cambio paradigmático en la forma en que se evalúa y se otorga la financiación pública, centrándose en un modelo basado en la madurez para innovar de las empresas, en contraposición al enfoque actual que prioriza los proyectos individuales cuyo alcance viene predeterminado. Lo que propongo es que la financiación pública evalúe mediante un Marco Común de madurez tipo CMMI la capacidad de una empresa para innovar, definiendo áreas de capacidad de innovación y evaluando su madurez en las empresas (por ejemplo, Monitoreo del Conocimiento del Ecosistema, Gestión de Ideación, Gestión de Ventajas Competitivas, Gestión de Consorcios, Captura y Transformación de Conocimiento, Gestión de Incertidumbre, etc,…)

Este modelo se basaría en la convicción de que la innovación no puede ser dictada ni calendarizada, sino que debe fluir libremente, alimentada por un modelo de financiación que comprende y apoya las necesidades caóticas y ágiles de la innovación. Al enfocarnos en la madurez para innovar, abrimos las puertas a una planificación estratégica que trasciende proyectos individuales y mira hacia el horizonte de posibilidades a largo plazo.

Aquí, el verdadero cambio radica en eliminar las restricciones que actualmente fragmentan el proceso de innovación [2], permitiendo a las empresas respirar libremente el aire de la creatividad y la innovación gracias a una financiación continua bajo el paraguas de un marco de madurez y capacidad común y medible con el financiador público, que evalúa tu innovación cada año, pasando de ser un fiscalizador a un mentor.

El objetivo final es claro: recuperar el «push» innovador que naturalmente reside dentro de las empresas para que no se vuelvan complacientes o dependientes de la financiación pública. La financiación debe existir, pero no debe bloquear. Este enfoque no sólo alinearía mejor los objetivos de financiación pública con las necesidades dinámicas de la innovación, sino que también empodera a las empresas para que tomen la iniciativa en su viaje innovador, promoviendo un entorno donde la creatividad y la innovación se planifique de forma estratégica.

En resumen, se trata de construir un puente entre la necesidad de financiación y la libertad de innovar, asegurando que el espíritu de innovación no solo sea preservado sino exaltado. Porque en el corazón de cada gran avance tecnológico, hay un deseo ardiente de superar los límites, de soñar más allá de lo que alguien (la AAPP) nos pueda aconsejar. Y es este deseo el que debe ser el faro que guíe el camino hacia una nueva era de innovación.

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