Entre el caos y la creatividad: Repensando los limites impuestos a la Innovación.

Hoy me gustaría hacer una reflexión más profunda de lo habitual sobre el enfoque que todos le damos al proceso de innovación, y las implicaciones que tiene a la hora de crear políticas y articular subvenciones.

Quiero recordar, que como he hablado en otros artículos, la innovación sufre de serios problemas ontológicos, comenzando por su propia definición o por la inconsistente fórmula I+D+i, que entre otras cosas: i) Otorga un carácter lineal a un proceso que no lo es, ii) Crea un buble ontológico en el que innovación (proceso) = Investigación (donde hay innovación) + Desarrollo (donde también hay innovación) + innovación. Es decir i=I(i)+D(i)+i.

Además, la financiación pública de la innovación no termina de funcionar, con proyectos muy encorsetados debido a convocatorias plagadas de restricciones.

Me he preguntado muchas veces si estos problemas son la causa de las muchas dificultades que nos encontramos en nuestro día a día, pero cada vez estoy más convencido que son la consecuencia de un enfoque erróneo que trato de explicar a continuación.

Y es que debemos preguntarnos si es posible seguir limitando la innovación a la persecución deliberada de objetivos conocidos a priori. Las grandes temáticas se crean gracias a la interacción de un conjunto limitado de organizaciones empresariales y políticas que acuerdan un bien común para la sociedad. Después, este bien común es troceado en un conjunto de convocatorias que limitan la creatividad de la gran mayoría de las empresas al encontrarse con alcances y calendarios cerrados. Además en estas convocatorias no existe competencia en fase de ejecución de los proyectos, sólo en la presentación de las propuestas Por ultimo, solo se evalúa el propio proyecto y las condiciones económicas y financieras, pero no las capacidades y madurez de las empresas para innovar (es decir, su experiencia el el propio proceso de innovación).

En la situación actual, no somos por tanto capaces de discernir qué innovaciones surgirían dentro de un sistema de financiación libre, competitivo, ágil y continuo basado en capacidades de innovación que deje fluir las ideas desde la base.

El actual modelo limita fundamentalmente la innovación a la deliberada persecución de objetivos conocidos y planificados, cuando por definición, la innovación se mueve de forma más cómoda en el caos, la espontaneidad y la irracionalidad, con objetivos imperceptibles en una situación en el que el único resultado identificable se debe vislumbrar de forma muy pobre al inicio.

Para que surja esa innovación espontánea en las empresas, que recordamos que es el único lugar donde puede surgir, debemos intentar crear un nuevo sistema de financiación ágil y continuo, que dé libertad y continuidad a un proceso de por sí caótico, no lineal, polifacético e impredecible.

De hecho, nos deberíamos preguntar si tiene sentido crear modelos de innovación, es decir, si es posible y beneficioso edificar un orden dentro del necesario caos. Se podrían establecer condiciones generales a partir de las cuales tales ordenes o sistemas puedan materializarse, pero nunca una planificación concreta con pasos previamente establecidos.

Teniendo en cuenta todo lo anterior, quizás deberíamos considerar que el proceso de innovación es desconocido debido a su carácter multidimensional e impredecible, donde la información es aprovechada y evolucionada por un amplio conjunto de actores diversos y desconocidos entre sí, conformando una estructura exomática. Y lo que es más intrigante aún, quizás debamos aceptar que será desconocido siempre, y que por tanto debemos afrontar su estudio desde otras perspectivas políticas.

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