Llevando a cabo mi tesis doctoral sobre nuevos modelos de innovación y su relación con la financiación pública, estoy estudiando en profundidad el efecto de los consorcios en el proceso de innovación. Los consorcios son muy importantes a la hora de afrontar una innovación abierta y disruptiva, esto es algo que no se puede negar. Otra cosa es si realmente tienen el efecto deseado al forzarlos de manera artificiosa en las convocatorias.
Hacer consorcios que no surgirían de forma natural sólo para afrontar una convocatoria que te obliga a ello tiene multitud de efectos negativos, pero hay uno en concreto en el que hoy me quiero centrar: la entrada en el consorcio de empresas buitres.
Y ¿qué son exactamente estas empresas? Pues creo que todos los que hemos trabajado en innovación las conocemos y hemos tenido la desgracia de tener alguna en algún consorcio. Son empresas que usan las convocatorias de innovación solo para financiarse, son mezquinas y codiciosas, continuamente racaneando y en muchas ocasiones ni siquiera les interesa el proyecto. Te dirán que sí, que pondrán personas, que están en ello, pero es mentira, solo buscan salir del paso de cualquier manera y llevarse el dinero. Al quejarme en una ocasión a mi homólogo, director de innovación, de la empresa líder del consorcio porque el proyecto no avanzaba, me respondió muy indignado que para ellos eran más importantes los proyectos reales de sus clientes, y que no iban a derivar recursos hacia el proyecto de I+D (proyecto financiado con dinero público para ser ejecutado. Ya veis que lo que hacía es lo contrario, derivar dinero y recursos públicos hacia proyectos a cliente). Y lo decía convencido de que al final «la I+D está al servicio de la empresa y de sus clientes»… en fin…
Por supuesto estas empresas no tienen ningún tipo de estrategia de innovación, y su único plan es levantar la máxima cantidad de dinero en todas las convocatorias, haciendo que sus empleados justifiquen los proyectos «de aquella manera» (dejémoslo ahí, sic.) Esto provoca dentro de la empresa una sensación de continua podredumbre, en la que las personas no quieren entrar en los proyectos de innovación porque los ven como un sinsentido de papeleo y prisas finales. La innovación ni está ni se la espera. Además, esto hace que se tapen defectos estructurales con dinero público, defectos que la empresa tiene y que por supuesto no arregla. Esto es pan para hoy y hambre para mañana. He visto caer muchas empresas a lo largo de mi carrera profesional justo por este motivo.
He tenido discusiones en varios consorcios con empresas que directamente no aportan recursos, escatiman, enredan y mienten de forma deliberada. Es indignante, y lo peor es que tumban proyectos que difícilmente pueden ya dar resultados que no sean un «sálvese quien pueda» a la hora de justificar ante el fiscalizador. ¿»Chivarse» al financiador es la solución? Pues no lo sé, pero se entraría en un inquietante y desconocido proceso en el que sin duda todos perderíamos.
Y claro, la siguiente pregunta sería, ¿cómo evito a estas empresas? Pues es difícil. Por ahora solo tengo la técnica de la prueba-error, y por supuesto no volver a participar con esas organizaciones en ningún otro tipo de propuesta, que además y por desgracia suelen tener en sus filas al director de innovación zombie.