Desmontando prioridades en la implantación del proceso de I+D

Querido diario, cada día estoy más convencido de que no seguir a rajatabla los pasos que había pensado a priori es la mejor opción que he podido tomar. Llevo un par de semanas en la empresa, y en vez de ponerme a escribir en Plan Estratégico de I+D me he puesto a conocer.

Me he dedicado a llamar a universidades para ir concretando reuniones con grupos de investigación mientras voy cada día teniendo una imagen más nítida de la empresa. Creo que como empresa de servicios enfocada totalmente a los requerimientos de los clientes, este tipo de empresas TIC son realmente «tontas» en el sentido en que conforme los clientes piden se van desarrollando proyectos a medida. Siempre se depende del cliente y siempre se trabaja sobre la línea tecnológica que marca el mercado. Es imposible ir más allá. Solo los grupos de investigación y las universidades pueden generar esas ideas no demandadas por clientes y que son el verdadero germen de la I+D. Así que tengo por delante mucho trabajo de captación de ideas de las universidades, pero para ello antes tengo que crear relaciones de confianza con ellas.

Aún no te lo había dicho querido diario, pero aunque me dijeron que iba a depender de la dirección comercial, finalmente reportaré a marketing. No me parece mala idea. Creo que I+D necesitaría una dirección propia, pero mientras consigo eso, marketing creo que me va a proporcionar una inmejorable herramienta, ya que en ese departamento están actualmente en proceso de paquetización de distintos proyectos para conseguir productos, y este trabajo me puede dar información sobre tecnologías y proyectos innovadores en marcha.

Voy trabajando en el Plan de I+D en el tiempo que me sobra, pero por ahora sigo sin verlo prioritario. Eso sí, tengo claro que hay que hacerlo y hay que procedimentar la I+D, si no, las ideas que podamos ir generando se perderán para siempre.

PD: estoy realmente obsesionado con las causas que dieron origen a la Primera Guerra Mundial y me está apasionando el libro de Juan Eslava «La primera guerra mundial contada para escépticos»

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